No se trata de utilizar bacterias para hacer electricidad y mover
un coche, sino de utilizar la electricidad para conseguir un combustible
semejante a la gasolina. Y todo gracias al trabajo de unas bacterias que
asimilan el dióxido de carbono transformándolo en isobutanol. Algo así como
sacar gasolina del enchufe de la pared, pero gracias a la ingeniería genética.
Se acabó la posibilidad de quedarse con el coche, cuando se acabe la
gasolina se puede poner a funcionar las placas solares del techo para que el
motor a combustión vuelva a tener “combustible” con la que funcionar.
La bacteria se llama Ralstonia Eutropha H16 y
utiliza la electricidad para convertir dióxido de carbono en alcohol.
Los átomos de hidrogeno necesarios para ello podrían
generarse a través de placas solares. Es lo que han desarrollado científicos de
la UCLA (Universidad de California Los Ángeles), algo que podríamos llamar electrobioreactor.
Esto abre la puerta a pilas de combustible infinitas que sustituirían las de
ion-litio con que se almacena la energía de los automóviles eléctricos dado que
con este nuevo sistema el automóvil produciría su propio combustible.
A efectos del experimento, en la UCLA han empleado ácidofórmico para simular la reacción eléctrica que idealmente debería producirse
mediante placas solares. No obstante la aplicación probablemente más eficiente
(al menos a priori) no sería la de emplearlo en pequeñas instalaciones en los
propios automóviles sino en plantas de procesado en las que las bacterias
convertirían los desechos en electricidad, suponiendo ello un importante paso
en pos de la independencia de los derivados del petróleo, así como en el
abaratamiento de los combustibles.
Fuente: Gizmodo.es
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